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domingo, 17 de enero de 2010

UN PARTIDO NACIONAL

El pasado mes de Noviembre, los afiliados de UPyD reunidos en Congreso nos dotamos de unos principios y estructura a partir de los cuales, desarrollaremos nuestra acción política.

Como estamos en pleno proceso de asimilación de lo aprobado y también de renovación de las estructuras y la representación territorial del partido, creo que es conveniente provocar el debate sobre dichos principios y contrastar nuestros conocimientos sobre ellos.

Por eso he recurrido a textos previos al congreso, de los intelectuales comprometidos con el proyecto y los fines de UPyD, como es Carlos Martinez Gorriarán que sirven para iluminar los textos aprobados y que vienen expuestos en lu libro "Movimientos cívicos. De la calle al Parlamento" de Ed. Turpial. Dice así:

"UPyD un partido más pro que anti" (CMG)

"UPyD se plantea en su nacimiento como un partido de carácter nacional y compartido por todos sus promotores" con un proceso de constitución nacional en torno a un compromiso programático de regeneración y ambición nacional y necesariamente transversal políticamente.

Un partido nacional con una concepción cívica y liberal de la nación, es decir, no nacionalista.

Nacional y Nacionalista son términos tan parecidos como diferentes.
Un partido nacional se limita a reconocer que la nación existente, España, es el ámbito natural de su acción política y actúa en consecuencia, por lo que rechaza las excepcionalidades y particularismos "soberanistas" que postula el nacionalismo localista, que propone trocear el Estado en territorios sometidos a leyes desiguales.

El desafío de fondo que todas las variedades del nacionalismo oponen a la democracia es la presunción, convertida en derecho - con la simétrica obligación de ejercerlo -de que las naciones no son sociedades democráticamente estructuradas por un pacto constitucional libre, ratificado mediante elecciones sucesivas, sino comunidades preconstitucionales, nacidas de raíces tan ajenas a la democracia como ciertos mitos, la sangre y el suelo - el lema nazi - o la lengua e incluso la religión. Y además, obligatorios para todos los afectados, que no pueden rechazar esa identidad impuesta sin convertirse en traidores o renegados, excluidos del pueblo y merecedores de lo peor.

Está muy claro, pero insistiremos para una mayor comprensión.